En estos últimos días he estado
intercambiando algunas comunicaciones con la secretaría ejecutiva de la
Asociación Universitaria de Europa del Este [Eastern European University Association (EEUA)] una organización fundada en 2010 y que tiene como objetivo
primordial fomentar e impulsar la internacionalización y cooperación
internacional universitaria de las instituciones de educación superior de
Rusia, Ucrania y Bielorrusia.
Estos contactos me han permitido conocer el
encomiable trabajo que la EEUA viene desarrollando en su corto período de
existencia y me han dado pie para comenzar a trabajar en un artículo sobre la
importancia del trabajo de investigación que cada universidad y en específico
sus servicios especializados de relaciones internacionales deben realizar en la
búsqueda constante de nuevos socios y oportunidades de cooperación que
canalicen a una dimensión internacional amplia y plural las potencialidades de
su institución en materia de educación, investigación científica y tecnológica
e innovación.
La verdad es que cuando se analiza el flujo
de la cooperación internacional de las instituciones de educación superior de
América Latina no sólo llama la atención el insuficiente volumen de cooperación
regional, sino también resulta llamativo que sin diferencias notables un número
considerable de las universidades de la región concentran su intercambio
académico y científico en un núcleo muy limitado de instituciones que se
localizan en su gran mayoría en América del Norte y Europa Occidental, con un
peso significativo, muchas veces superior al 50% del volumen de intercambio con
instituciones de España o Estados Unidos, en dependencia de los vínculos
históricos y culturales, la orientación de las políticas de ayuda al desarrollo,
la existencia de programas de financiación a las actividades de educación y
ciencia y la localización geográfica de las universidades latinoamericanas.
Incluso las universidades de mejor proyección
internacional y por consiguiente las que presentan un panorama más diverso,
completo y equilibrado de alianzas internacionales exhiben también, en mayor o
menor grado, vínculos institucionales funcionales y activos en Canadá, Reino
Unido, Francia, Italia, Alemania, Holanda, Bélgica y Portugal, este último especialmente
en el caso específico de las universidades brasileñas. No obstante, entre este grupo de avanzada
resulta verdaderamente difícil encontrar universidades que respondiendo a su
estrategia de internacionalización hayan logrado construir vínculos sólidos,
estables y fluidos con instituciones de otras regiones del mundo. Alianzas a
todas luces viables atendiendo a la pujanza y crecimiento de sus economías, los
ecosistemas de innovación que poseen y especialmente considerando la calidad de
sus instituciones universitarias, lo que en su conjunto constituye una excelente
materia prima para impulsar acciones que conlleven a ampliar y diversificar el
radio de acción de las universidades latinoamericanas, algo que resulta
un imperativo en tiempos en los que el alcance e impacto de la educación y la
investigación son incontestablemente de dimensión planetaria.
Podría, por tanto, dedicar este artículo a la
necesidad de explorar nuevos espacios de cooperación en Asia (China, India, Corea del Sur, Taiwán, Malasia), Oceanía (Australia, Japón, Nueva Zelanda) o en África y Medio
Oriente (Suráfrica, Israel, Egipto, Emiratos Árabes) por sólo mencionar algunos
de los países con instituciones de educación superior de reconocida calidad con
los que apenas existen relaciones. Sin embargo, quiero aprovechar el contacto
con el personal de la EEUA para poner en valor las potencialidades de
cooperación académica y científica entre las universidades de América Latina y
Europa del Este, una asociación que tiene todo para ser productiva,
enriquecedora y mutuamente ventajosa.
Potenciales
beneficios de una asociación con las universidades de Europa del Este
Para justificar el valor estratégico de
estrechar vínculos institucionales con las universidades de Europea del Este,
tal vez me bastaría con referir que su sistema universitario y por consiguiente
las instituciones que conforman la EEUA atesoran una larga experiencia y gozan
de un reconocido prestigio internacional, ya que el núcleo central de sus
universidades son instituciones con siglos de historia en las que han destacado
por la calidad y rigor de su formación académica y alto nivel de investigación.
Una mirada a los rankings más recientes
muestra un excelente posicionamiento de las universidades de este bloque. Por
ejemplo en el QS University Rankings: BRICS 2013, en el que se consideran
las mejores 100 universidades de los 5 países con las principales economías
emergentes, Rusia consiguió ubicar 19 universidades, sólo por detrás de las 40
instituciones de China y superando en número de universidades a Brasil, India y
Suráfrica. Ese mismo ranking coloca a la prestigiosa Universidad Lomonosov en
tercer lugar, mientras la Universidade de São Paulo, que es la mejor
posicionada de Brasil y la mejor clasificada de América Latina en los rankings
globales, aparece en el lugar 10. Otro de los rankings publicados
recientemente, el de Times Higher Education para los BRICS y otros países con economías emergentes ubica a estas dos universidades como las mejores
de Rusia y Brasil en los lugares 10 y 11 respectivamente.
Por tanto, si a una calidad indiscutible de
sus universidades, agregamos que en consonancia con su estrategia de
internacionalización y como parte de su política de colaboración con las
instituciones de educación superior de la Unión Europea, las universidades de
este bloque han adoptado plenamente el Proceso de Bolonia y participan activamente
de la casi totalidad de los programas europeos, podemos concluir que su valor
para América Latina no se limita a la capacidad para construir valiosas
alianzas interinstitucionales de orden bilateral sino también como potenciales
socios en redes y consorcios de programas de la Unión Europea en los que una
adecuada representatividad geográfica se convierte en un elemento de especial
relevancia a la hora de evaluar y seleccionar las propuestas que son
financiadas.
No menos relevante, sería tomar también en
consideración las relaciones privilegiadas que las instituciones de estos países han ido construyendo en los últimos años con universidades y
centros de investigación de excelencia en Asia y el trabajo que vienen
desempeñado en acciones de cooperación al desarrollo en África y en algunos
países con menos nivel de desarrollo en la región asiática. En este sentido,
las universidades de Europa del Este pueden convertirse en una vía de acceso privilegiada
a otras regiones con las que Latinoamérica necesita estrechar sus relaciones en
materia económica y comercial y donde las universidades por la diversidad y
ductilidad de su capacidad de intervención pueden funcionar como agentes
catalizadores de otras acciones de cooperación que trasciendan el ámbito
académico e investigativo.
En cualquier caso, lo que me ha llevado a
compartir esta reflexión es la constatación en primera persona del excelente
trabajo que la EEUA está realizando en materia de internacionalización y del
interés que me han manifestado por explorar e identificar áreas de interés
mutuo con las universidades de América Latina. Como parte de esta política de internacionalización, la EEUA ha programado una serie de
conferencias internacionales universitarias que funcionan en la práctica como
rondas de negociación y networking con el objetivo específico de promover relaciones
entre las instituciones participantes, analizar oportunidades de cooperación
académica y científica y, de ser posible, poner en marcha acciones concretas de
colaboración.
La próxima edición de esta serie de
conferencias se desarrollará entre el 12 y el 14 de mayo de este año en San Petersburgo y deberá concentrar a representantes de Europa y Asia. Pienso que para
las universidades latinoamericanas este tipo de evento puede ser un marco
propicio para entrar en contacto con universidades de estas regiones,
conocerlas y evaluar posibilidades reales para construir alianzas
institucionales que resulten de interés común y que pueden ir desde el
intercambio de estudiantes, profesores e investigadores hasta el diseño de
programas académicos conjuntos o el desarrollo de colaboraciones entre grupos
de investigación. Este evento, servirá al mismo tiempo de preámbulo de conferencias
de networking similares dirigidas a América del Norte y una específica para las
universidades de América Latina que ya están programadas para diciembre de 2014 y marzo
de 2015 en Miami y São Paulo respectivamente.
En un mundo cada vez más global e interdependiente como el que
vivimos no podemos pretender ser eficaces en nuestra estrategia de
internacionalización si no tenemos una proyección y visión realmente global. No albergo
dudas sobre los beneficios mutuos que reportaría a las universidades
latinoamericanas y del oriente europeo establecer vínculos más dinámicos de
colaboración. Las universidades de Europa del Este parecen estar dispuestas a
invertir en esa asociación y sería muy positivo que ese llamado constructivo al
dialogo y la negociación encontrase en Latinoamérica unos cuantos oídos
receptivos.
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