20 feb 2013

Escaneando la I Cumbre CELAC-UE y su impacto en la cooperación birregional en educación superior

Hace aproximadamente once meses me aventuré a realizar un análisis de las relaciones de la Unión Europea y América Latina en los ámbitos de la educación superior, la ciencia y la tecnología para el período 2014-2020 que se proyectarían a partir de la I Cumbre CELAC-UE que tendría lugar en enero de 2013 en Santiago de Chile.
 
Para desarrollar ese análisis partía de la hipótesis que esta cumbre sería un evento que marcaría de manera cardinal las pautas de la cooperación birregional para los próximos años, al menos en lo concerniente a su marco estratégico ya que el momento escogido para su realización parecía ideal a esos propósitos. Por un lado, los mandatarios europeos deberían arribar a Chile con una posición conciliada sobre el presupuesto comunitario y la estructuración de los principales programas europeos hasta el 2020 y del otro, los líderes latinoamericanos y caribeños habrían dispuesto de un año desde la reunión fundacional de la CELAC en Caracas y asistirían a la capital chilena no sólo con el objetivo de reunirse con los jefes de estado y gobierno europeos, sino también de sostener la primera cumbre de la organización, en la que sería de esperar que se generasen acciones concretas que impulsasen las áreas de mayor prioridad para garantizar un modelo de crecimiento y desarrollo sostenible de la región.

Mi imagen de la antesala de la cumbre
 
La instantánea que obtenemos al fotografiar la situación internacional actual y en específico la de ambas regiones, no difiere en absoluto de la imagen que nuestro lente había capturado a principios de 2012. Si acaso, esta nueva fotografía resulta más nítida al mostrar con más claridad el panorama actual que caracteriza el orden político, económico, comercial y financiero a nivel mundial, especialmente en lo que concierne a la capacidad actual de intervención y liderazgo de la Europa de los 27 en la dinámica de negociación birregional.
 
Si en 2012 era evidente que, como resultado de la crisis económica y las políticas de austeridad, Europa reduciría drásticamente el volumen de sus programas e instrumentos de cooperación para la ayuda al desarrollo, el 2013 mostraba una herida más profunda y los mandatarios europeos asistieron a Chile sabiendo que una semana más tarde en el marco del Consejo Europeo tomarían una medida sin precedentes en la historia del proceso de construcción de la Unión Europea, ya que por primera vez el presupuesto comunitario aprobado para un nuevo período (2014-2020) resultaría inferior al del período precedente, lo que al margen de que pueda ser vetado por el Parlamento Europeo pone al descubierto las grietas cada vez más evidentes de la arquitectura europea.
 
Esta decisión, a mi modo de ver las cosas, tenía implícita una peor noticia ya que el haraquiri presupuestario impuesto por las políticas de austeridad tendrá un impacto considerable en la reducción del financiamiento inicial que había sido propuesto para el programa Horizonte 2020, que podría ver mermado su presupuesto hasta en un 12% y algo similar deberá ocurrir con el Programa Erasmus para todos, aunque los líderes europeos se defiendan argumentando que incluso considerando la reducción, ambos programas experimentarán un crecimiento sustancial de sus fondos en comparación con el ejercicio 2007-2013. Esto es parcialmente cierto pero habría también que considerar que programas como Erasmus para todos, por ejemplo, pasa a sustituir a varios programas comunitarios de aprendizaje a lo largo de toda la vida y a cinco programas de cooperación internacional entre los cuales se encuentran los conocidos ALFA, diseñado específicamente para América Latina, y Erasmus Mundus en los que participaban instituciones latinoamericanas en lotes específicos habilitados para la región.
 
Por consiguiente,  siendo este el panorama, no sería de extrañar y hasta sería lógico esperar, que las partidas presupuestarias que más se vean afectadas con los recortes en ambos programas sean aquellas relacionadas con las actividades de cooperación internacional, lo que reduciría considerablemente la capacidad de participación de instituciones latinoamericanas en los dos principales instrumentos de cooperación en materia de educación superior e investigación científica y tecnológica que estarán abiertos a la participación de América Latina, especialmente cuando han cambiado las reglas del juego y dejarán de existir programas específicos para las instituciones latinoamericanas, lo que implica que sus universidades y centros de investigación deberán prepararse para competir en “igualdad de condiciones” con instituciones de otras regiones del mundo con las que Europa tiene más nivel e intereses de cooperación , como pueden ser el núcleo de los países más industrializados o la vanguardia de los países emergentes que encabezan China y la India atendiendo a su crecimiento económico y producción científica. 
 
Escaneando las Cumbres de Chile
 
No estuve en Santiago de Chile, por tanto, esta es mi visión desde la distancia, la visión que se tiene de escudriñar en los documentos pero que adolece de la riqueza que solo te confiere el ser testigo y protagonista de las cosas, pero como hay que mojarse no puedo comenzar de otra forma que reconociendo, con pesar y alguna frustración, que el nivel de concertación estuvo distante de mis expectativas.
 
Por tanto, pasada las cumbres y eventos que se desarrollaron paralelamente y después de revisar declaraciones, documentos e intervenciones derivados de estos conclaves me gustaría iniciar mi radiografía resaltando lo que considero uno de sus principales logros, la celebración por primera vez de una cumbre académica que juntó a directivos, profesores e investigadores de ambas regiones en un foro que intentó reivindicar la importancia de la educación superior en el contexto birregional.
 
Fue esta una andadura que comenzó con sendas reuniones preparatorias en 2012, una primera en Junio celebrada en París y una segunda realizada en Lima en el mes de octubre cuando ya se vislumbraba que el abanico de opciones para llevar a cabo acciones de cooperación universitaria entre las instituciones de las dos regiones sería reducido y consecuentemente no se dispondría en los próximos años de los apoyos necesarios para la construcción del “Espacio euro-latinoamericano de educación superior, ciencia, tecnología e innovación” del que tanto hablan los líderes políticos como una cuestión estratégica para la consolidación de la cooperación birregional.
 
Ya desde su primera reunión en París este foro académico expresaba su inconformidad y preocupación por la desaparición de programas específicos para la cooperación birregional y abogaba en el informe final porque la Unión Europea retrocediese en su decisión de eliminarlos, aunque sabían de antemano que esa demanda tenía escasas posibilidades de poder concretarse. En ese texto se clamaba por el mantenimiento de programas como ALFA y se lamentaba la desaparición  en 2010 del Programa ALBAN argumentándose en su defensa que “al ser más específicos su cobertura geográfica y su campo temático, responden mejor a las necesidades de las partes y evitan los riesgos de dilución de los programas de alcance global” que es el esquema que asumirá la Unión Europea a partir de 2014.
 
Cuando se analiza desde una perspectiva general todo lo que aconteció en Santiago de Chile en la segunda quincena de enero, uno se puede quedar con la impresión de que a pesar del empeño y energía de los organizadores e impulsores de la I Cumbre Académica, este evento tuvo un impacto limitado. No obstante, no por eso ese esfuerzo resultó estéril. Su realización en sí misma es un enorme éxito porque logró aunar esfuerzos y voluntades de directivos, académicos e instituciones de ambas regiones para constituir un Foro Académico Permanente ALCUE que asegure la continuidad, el seguimiento y la promoción de actividades académicas e investigativas conjuntas, erigiéndose en una suerte de lobby que mantenga el tema de la educación superior, la ciencia y la tecnología en la agenda de los jefes de estado y gobierno en las cumbres sucesivas.
 
Por demás, por lo que he podido conocer del intercambio con colegas que participaron en las sesiones de trabajo, la Cumbre Académica destacó por la calidad,  frontalidad, profundidad y gran espíritu crítico con el que se abordaron los temas más acuciantes de la agenda académica birregional, que habían sido previamente estructurados en cinco grandes ejes temáticos:  
 
I) Realidad y perspectiva de la Asociación Estratégica ALCUE.
 
II) El desarrollo del Espacio Euro-latinoamericano de Educación Superior. Políticas, programas y mecanismos (Movilidad, reconocimientos y titulaciones).
 
III) La cooperación en ciencia, tecnología, investigación e innovación y el Programa Horizonte 2020. Políticas, programas y mecanismos.
 
IV) Forjando una asociación efectiva entre el mundo académico y el mundo de las políticas públicas.
 
V) La relación universidad-empresa para la formación profesional, la innovación y la transferencia tecnológica.
 
No obstante, en términos concretos no fue mucho lo que se pudo capitalizar en Chile, la declaración de Santiago firmada por los Jefes de Estado y Gobierno de la CELAC y la UE se limitó a tomar nota del trabajo desarrollado durante la Cumbre Académica en el punto 29 del texto y a solicitar en el punto 19 a sus altos funcionarios que estudien la posibilidad de incorporar el tema de la educación superior en el plan de acción birregional para el período 2013-2015. Mucho más llamativo y preocupante resultó la omisión total del tema de la educación superior en la declaración de la I Cumbre de Jefes de Estado de la CELAC que sesionó con posterioridad a la cumbre birregional.
 
Como he expresado en otras entradas, y se reconoce en la propia declaración firmada por los mandatarios de ambas regiones en Chile, no tengo dudas de que la asociación estratégica Europa-América Latina necesita de un rediseño, de un nuevo enfoque que resulte “en una relación aún más equilibrada, eficiente, constructiva y simétrica con complementariedad y solidaridad entre las dos regiones”. En una relación en la que esquemas de cooperación triangular y cooperación sur-sur tengan mayor relevancia en la dinámica de la asociación y sirvan de contrapeso a la cooperación norte-sur y en esa lógica de intervención la Cumbre de la CELAC, al menos en su declaración, evidenció un bajo perfil de proyección.
 
El movimiento generado por varias instituciones vinculadas a la educación superior que desembocó en la I Cumbre Académica es aún incipiente y es deseable que encuentre el resorte necesario para aunar voluntades y juntar en su seno a un mayor número de instituciones y organizaciones ligadas a la enseñanza universitaria y a la investigación científica de ambas regiones, entidades que le confieran mayor solidez, diversidad y capacidad de convocatoria y negociación para que estos temas se debatan en profundidad en cada uno de los países y sean tomados en cuenta a la hora de definir estrategias y aprobar presupuestos. La declaración de la I Cumbre Académica nos dejó una magnifica hoja de ruta para la construcción del espacio euro-latinoamericano de educación superior, ciencia, tecnología e innovación, pero ese programa requiere de recursos para convertir esa proyección en resultados concretos y tangibles.
 
Yo tenía la esperanza que de la Cumbre de Chile hubiesen surgido, al menos, algunas propuestas concretas de programas y acciones de cooperación universitaria con financiación compartida en sectores clave para el desarrollo socio-económico de ambas regiones diseñados en una dinámica de cooperación triangular norte-sur-sur, pero de eso poco ha trascendido al menos en los documentos oficiales.
 
Seguiremos acompañando la evolución de estos temas pero está claro que a la imagen escaneada de la Cumbre de Chile le hace falta un poco de photoshop. Yo sigo apostando por algunos retoques en los que aprovechando la pujanza económica de América Latina, los líderes políticos de la región pongan sobre la mesa de negociación algunas propuestas concretas que permitan una cooperación birregional más simétrica y efectiva en materia de educación superior, ciencia y tecnología y espero que esas iniciativas abran un espacio mayor de opciones para que las universidades y centros de investigación latinoamericanos puedan ampliar su margen de maniobra para participar y aprovechar de manera eficaz los programas europeos que se lanzarán en 2014.

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