La asociación
estratégica entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe en materia de
educación superior, investigación, ciencia, tecnología e innovación necesita de
un aguijonazo, una inyección de vitalidad que le devuelva vigor y energía a una
relación un tanto desgastada que a pesar de las buenas intenciones por
mantenerla viva parece desvanecerse poco a poco.
La creación de
un Espacio común de Educación Superior no es un tema nuevo en la agenda
birregional, de hecho desde la Cumbre de Río de Janeiro en 1999, la primera que
se celebró entre los Jefes de Estado y Gobierno de ambas regiones, la
declaración conjunta atribuía ya a la cooperación universitaria y al
intercambio en ciencia y tecnología un lugar preponderante en las relaciones entre
la entonces flamante y saludable Unión Europea y las naciones latinoamericanas.
Los años
sucesivos fueron testigos del lanzamiento y puesta en marcha de innumerables
iniciativas, programas y proyectos financiados mayoritariamente por
instituciones europeas que hicieron de la primera década del nuevo siglo el
período de mayor volumen de cooperación a todos los niveles que se pueda
analizar, con especial destaque para las acciones de movilidad e intercambio de
académicos y estudiantes. Esta fue, sin dudas, una década prodigiosa, un
período de notables resultados tanto por la dimensión de los programas de
cooperación regional como por la diversidad de proyectos bilaterales impulsados
por instituciones de carácter nacional. Sin embargo, esos resultados no se
tradujeron en catalizadores de una situación más favorable para la construcción
del anhelado Espacio Euro-latinoamericano que debería imbricar y cohesionar a
los sistemas e instituciones de educación superior de ambas regiones.
Obviamente,
este es un proceso complejo en el que a las disparidades y heterogeneidad existente
entre los diferentes sistemas de educación superior, ciencia, tecnología e
innovación, hay que adicionar un abanico amplio de componentes de carácter
político, económico y socio-cultural que tienen un impacto significativo en las
relaciones birregionales en general y en la cooperación académica, científica y
tecnológica en particular. Lo cierto es que analizando la dinámica de
cooperación de los últimos cinco años se tiene la percepción de que el sueño
del Espacio ALCUE se ha ido difuminando progresivamente. La crisis europea, el
auge de las economías emergentes, la irrupción de China en América Latina, la
consolidación de la alianza en el eje del Pacífico o la fragilidad de la
economía española que ha sido históricamente el principal baluarte en el seno
europeo para acercar a las naciones de ambos lados del Atlántico son algunos de
los principales procesos que han dejado su huella en la quebrantada salud de la
cooperación birregional.
No obstante,
en mi criterio uno de los elementos fundamentales de la ralentización del Espacio
ALCUE del Conocimiento ha radicado en la incapacidad de América Latina y el
Caribe para impulsar autónomamente un proceso integracionista regional en el
que la educación superior, la investigación científico-técnica y la innovación reciban
el respaldo político y financiero necesario para su consolidación. Hasta la
fecha, las esperanzas cifradas en la CELAC como órgano de concertación política
de total representación regional no se han materializado y la región continúa huérfana de programas e
iniciativas propios que vertebren espacios de cooperación entre los gobiernos,
las instituciones responsables por la gestión universitaria y de ciencia,
tecnología e innovación y las entidades financieras, tanto de carácter público
como privado.
Si América
Latina y el Caribe no trabaja por impulsar a escala regional la movilidad de
sus estudiantes, académicos, investigadores y administrativos, si no trabaja en
sistemas de créditos compatibles y no promueve la homologación y reconocimiento
de diplomas y titulaciones entre sus países, entonces cualquier esfuerzo que se
haga por construir espacios de cooperación efectivos con otros bloques regionales
será prácticamente estéril. Si América Latina y el Caribe no invierte en una
arquitectura regional que financie concertadamente el desarrollo de sus
instituciones de educación superior, investigación, ciencia, tecnología e
innovación, entonces el proyecto del Espacio ALCUE del Conocimiento no pasará
de un sueño que no se materializará.
Las cumbres. De Madrid 2010 a Bruselas 2015
La
desaparición de los programas de cooperación específica de la Unión Europea con
América Latina en el ámbito de la educación superior como ALFA y ALBAN, la
redefinición estratégica de la cooperación europea y los augurios del tránsito
hacia una relación birregional más simétrica y equilibrada llevaron a muchos
especialistas a predecir la introducción de importantes recortes en la
financiación de Bruselas para la ejecución de proyectos con las universidades
del bloque latinoamericano. Sin embargo, hasta la fecha no se puede decir que
esas previsiones se hayan materializado. El Programa Erasmus Mundus, que de
algún modo sirvió de experimento para el diseño de un programa de alcance
global con convocatorias de carácter regional, continuó apoyando durante su ejecución
a un buen número de proyectos conjuntos entre universidades de las dos regiones.
Esta tendencia se ha visto confirmada recientemente con la publicación de los
resultados de la primera convocatoria de Erasmus+, el programa estrella de la
UE en el sector de la educación superior.
De hecho, una
comparación de los resultados de esta primera convocatoria de Erasmus+ con los
de la primera convocatoria de ALFA III aprobada en 2009 no arroja grandes
diferencias, como se aprecia en la tabla siguiente:
Por demás, la
estructura del Programa Horizonte 2020 –la iniciativa más ambiciosa en materia
de ciencia, investigación, tecnología e innovación lanzada por la UE– prevé
acciones de cooperación específica con América Latina. Esto ha ampliado y
diversificado la gama de posibilidades para la ejecución de proyectos conjuntos
entre las instituciones de educación superior de ambas regiones, como ha sido
el caso de la convocatoria H2020-INT-SOCIETY-2015 a la que se presentaron un
número considerable de propuestas.
Sin embargo,
una mirada del último lustro dista mucho de ser optimista. El proyecto de
asociación estratégica para construir un Espacio ALCUE del Conocimiento se
antoja cada vez más utópico. Basta monitorear las cumbres de mandatarios para
darnos cuenta de la ausencia de resultados tangibles que estas evidencian. Si
alguien piensa que exagero, lo invito a revisar y comparar los documentos
oficiales de las últimas tres cumbres para que llegue a sus propias
conclusiones.
Si comparamos por
ejemplo el plan de acción de la Cumbre de Madrid y el de la recién finalizada
Cumbre de Bruselas constatamos que ambos documentos destacan como primer ámbito
de intervención y por ende como una prioridad estratégica la cooperación en
ciencia, investigación, innovación y tecnología. No obstante, es una incógnita
cuánto se ha avanzado en estas esferas. Del análisis de estos documentos se infiere
que muy poco se ha concretado en este período pues el plan de acción para los
próximos dos años emanado de Bruselas es una copia textual con algunos pequeños
retoques léxicos del Plan de Acción 2010-2012 pactado en Madrid, cuando la
innovación y la tecnología fueron el centro de la atención del trabajo de los
Jefes de Estado y Gobierno.
Lo más loable
que nos ha dejado la Cumbre de Bruselas es la introducción en el Plan de Acción
2015–2017 de un punto estratégico dedicado exclusivamente a la Educación
Superior, en el que se delinean algunas de las principales acciones que deben
ser acometidas. En verdad, no encontré nunca ninguna explicación lógica para
que la enseñanza universitaria no hubiese sido incluida como un ámbito
estratégico para el seguimiento de acciones bianuales en las cumbres precedentes
y continúo sin entender por qué no abordar la educación superior junto con la
ciencia, la investigación, la innovación y la tecnología, especialmente cuando
es notorio que las universidades latinoamericanas son responsables por un
porciento significativo de la ciencia, la tecnología y el conocimiento que se
produce en la región. Un enfoque integrado de ambos ámbitos permitiría una
mejor concertación de estrategias y políticas en pro del Espacio ALCUE del
Conocimiento y una canalización y uso más efectivos y racionales de los
recursos humanos, financieros e infraestructurales que demanda este sueño
compartido por europeos y latinoamericanos.
No quiero
parecer pesimista, he acompañado las tres cumbres que se han desarrollado en
estos últimos cinco años y he tenido el privilegio de colaborar modestamente
desde mi calidad de consultor independiente en los trabajos preparatorios de
las cumbres académicas que se han desarrollado tanto en Santiago de Chile en
2013 como recientemente en Bruselas. Por tanto, soy testigo del afán y tesón
que ha caracterizado a este movimiento, al que le reconozco como principal
contribución el que estos temas tengan una mayor visibilidad y revistan mayor
importancia en la agenda presidencial de las cumbres.
Creo que las
cumbres académicas como foro de debate abierto a la participación de todos los
actores y agentes vinculados a la educación superior, la ciencia, la
investigación y la innovación a ambos lados del Atlántico podrían convertirse
en un instrumento de diálogo y concertación con una alta capacidad de
movilización y capaz de formular propuestas concretas que difícilmente los
mandatarios podrían desestimar. Incluso, podrían convertirse de forma natural
en un interlocutor privilegiado del Foro Empresarial ALCUE, que ya existe desde
hace varios años, garantizándose así la necesaria vertebración entre la
academia y el sector productivo, lo que es un requisito sine qua non para el fomento de la innovación.
Sin embargo,
este movimiento es todavía incipiente y debe ganar en consistencia y en
representatividad. Su viabilidad institucional pasará por aglutinar en su
entorno al mayor número de actores posibles en representación de los más
diversos estamentos de las comunidades universitarias de los sesenta países que
conforman el bloque euro-latinoamericano y caribeño. En su arquitectura hay
espacio para la intervención y contribución de todos, desde ministerios y
entidades gubernamentales y los rectores y sus asociaciones hasta la activa
participación de las comunidades de académicos, científicos, administrativos y
estudiantes. Por eso, tal vez sea menester entonar una oda a la cohesión y la
unidad en función de un sueño común. Trabajar codo con codo desde las
diferentes trincheras del saber puede que sea el revulsivo que necesita el
Espacio ALCUE del Conocimiento para que deje de ser un discurso retórico sin progresos
tangibles importantes y se convierta en un verdadero pilar de la asociación
estratégica birregional.
Muchas gracias Carlos Alberto por este análisis, que pone en acento en la importancia y la urgencia de pasar de lo declarativo a lo ejecutivo, con el paso previo de definir claramente en un escenario de largo plazo, cual es la convergencia en modelos de desarrollo entre ambas regiones. Y consecuentemente, determinar en ese escenario de futuro el objetivo estratégico de la asociación birregional en el que debería enmarcarse este espacio común de educación superior, ciencia y tecnología, vis a vis los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 y de COP 21 que serán aprobados en este semestre. De manera que la próxima cumbre CELAC-UE de 2017, y por ende la III Cumbre Académica CELAC-UE, deberían focalizarse en ese contexto político y programático. Saludos cordiales.
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