El oasis que
vivió América Latina en los últimos años caracterizado por un sostenido
crecimiento económico es ya historia. A pesar de notables progresos existe
consenso entre los expertos y analistas internacionales en que la región no fue
capaz de aprovechar el crecimiento de sus economías y el boom de las materias
primas para estructurar un modelo de desarrollo sostenible basado en el
conocimiento y el desarrollo científico y tecnológico.
Aún así, la
importancia de la región en el escenario internacional es cada vez más notoria
y el contexto de la educación superior no parece ser la excepción. Por eso, con
alguna sistematicidad, se observan señales de la curiosidad que despierta
Latinoamérica en el complejo entramado de la educación, la investigación y la
innovación internacional, aunque esa atención sea más en función de sus enormes
potencialidades que de la capitalización de resultados concretos de los cuales la
región se pueda vanagloriar.
Algunos
signos del interés por la educación superior latinoamericana
En los últimos
años son varios los eventos de carácter internacional que han puesto el centro
de sus focos en la educación superior latinoamericana. En el ámbito
iberoamericano se llevó a cabo el III Encuentro de Rectores Universia que tuvo
lugar en Rio de Janeiro en julio de 2014 y el tema fue protagonista en la
Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno que se celebró en
diciembre de 2014 en Veracruz, México.
El creciente interés
de las universidades de Norteamérica se hizo patente en el Foro de Rectores de las Américas celebrado durante la Cumbre de Panamá a inicios del presente mes
de abril. Este evento reunió a rectores de 35 países y contó con la
participación de varias instituciones de educación superior estadounidenses y
el respaldo explícito de la administración norteamericana que estuvo
representada al más alto nivel por el Secretario de Estado John Kerry. En este mismo ámbito han venido ganando
importancia los Congresos de las Américas sobre Educación Internacional (CAEI)
organizados por la Organización Universitaria Interamericana (OUI) y cuya
próxima edición tendrá lugar en el mes de octubre en uno de los proyectos más
innovadores de la región en los últimos años, la ciudad del conocimiento Yachay
en Ecuador.
Por su parte,
en el contexto de la relación Europa – América Latina y Caribe, se celebró en
el 2013 la I Cumbre Académica ALCUE durante la I Cumbre de Jefes de Estado y
Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y
la Unión Europea (UE) en Chile y está previsto que la educación superior ocupe
también un lugar destacado en la agenda de la próxima cumbre CELAC-UE que se
llevará a cabo en Bruselas en el mes de junio. Como parte de los preparativos
de este cónclave se ha venido trabajando en dos diferentes iniciativas, lo que
denota el interés que reviste la cooperación universitaria en la agenda
birregional. Por un lado, un grupo de instituciones han estado trabajando en la
organización de la segunda edición de la Cumbre Académica ALCUE mientras que
otras han venido impulsando un movimiento de Cumbres de Presidentes de los Consejos de Rectores del Espacio ALCUE.
Signos
interesantes han llegado también de otras latitudes con menor tradición de
cooperación con América Latina. El pasado mes de marzo la Asociación
Universitaria de Europa del Este (EEUA), que aglutina a las universidades de
Rusia, Ucrania y Bielorrusia, celebró en Sao Paulo una conferencia internacional
en un claro intento por diversificar y ampliar sus relaciones con las
instituciones de educación superior latinoamericanas. Y más recientemente se
conoció la nueva estrategia de cooperación universitaria de Australia, uno de los países más activos en materia de
internacionalización de la educación superior, que ha definido a Latinoamérica
como una de sus principales prioridades, lo que hace pensar que a corto plazo
se pondrán en marcha acciones concretas para garantizar una mayor intervención
de las universidades australianas en las dinámicas de cooperación académica y
científica con las instituciones universitarias de la región.
¿Qué hay entonces
de la integración regional en materia de educación superior?
Todas estas
iniciativas son válidas y todas contribuyen en mayor o menor grado a impulsar
la internacionalización de los sistemas e instituciones de educación superior
en América Latina. Estos eventos confieren visibilidad y protagonismo a las
universidades como agentes estratégicos del desarrollo económico y social de
los países de la región y les reconocen como vehículos conductores y
catalizadores de esquemas de cooperación efectiva con otros bloques y regiones
del mundo.
Sin embargo,
estos movimientos padecen de un mal congénito que menoscaba su crecimiento y
desarrollo. América Latina adolece de una visión aglutinadora que estructure e
integre propósitos, objetivos y estrategias comunes a escala regional. El
problema no es de falta de instituciones, porque coexisten en la región
innumerables organizaciones vinculadas a la educación superior que actúan a
nivel nacional, subregional o regional. El problema tampoco parece ser
esencialmente de falta de una hoja de ruta. El lanzamiento del Espacio de
Encuentro Latinoamericano y Caribeño de Educación Superior (ENLACES) a partir
de los lineamientos de la Declaración de la Conferencia Regional de Educación
Superior de América Latina y el Caribe (CRES) del año 2008 definía a grandes
rasgos las iniciativas y temas de mayor relevancia para vertebrar una estrategia
de cooperación e integración regional en materia de educación superior.
Entonces,
¿cuáles podrían ser los problemas? En mi criterio existen dos problemas que resultan
medulares y que guardan estrecha relación. La falta de un compromiso real de
los gobiernos del continente para impulsar una agenda regional de la educación
superior y la inexistencia de una entidad regional con la capacidad de
liderazgo necesaria para aunar voluntades e impulsar un programa con
iniciativas que sinteticen los objetivos e intereses comunes de la variopinta
comunidad universitaria latinoamericana.
Por ejemplo, ya
han transcurrido seis años desde que 40 instituciones en representación de las
principales redes, asociaciones universitarias y consejos de rectores de la
región suscribieron la Declaración de Lima en junio de 2009, acordando así la
construcción de ENLACES y no es mucho lo que se ha avanzado en materia de
integración regional de los sistemas e instituciones de educación superior del
continente.
La eclosión de
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en 2010, como
organismo intergubernamental en el que por primera vez estaban representados
todos los países de América Latina y el Caribe para trabajar en la promoción de
la integración y el desarrollo regional, abrió esperanzas a la articulación de
una agenda y programas autóctonos en materia de educación superior, ciencia,
tecnología e innovación. La posterior creación en noviembre de 2013 de la Asociación
de Consejos de Rectores de Universidades de América Latina y el Caribe
(ACRU-LAC) apuntaba en la misma dirección y tras la Cumbre de la CELAC en La
Habana en 2014 parecía que las piezas del puzle comenzaban a encajar cuando los
Jefes de Estado y Gobierno refrendaron la creación y misión de ACRU-LAC como
una asociación de asociaciones con un mandato y alcance regional.
No obstante,
poco se ha sabido posteriormente del ACRU-LAC. No existen prácticamente
referencias documentales sobre su actividad, en tiempos en que basta un clic para
ser inundados por una avalancha de informaciones. De las consultas que he hecho
para escribir esta entrada se desprende que por falta de apoyos y consensos
naufragó sin que tuviese tiempo de desplegar sus velas para hacerse a la mar.
Este hecho, lamentablemente, habla por sí solo de la fragilidad del proceso de
integración universitaria en América Latina.
En un entorno
como el de la educación superior en el que la internacionalización se mueve en
diferentes órbitas y a muy disímiles velocidades resulta imprescindible
disponer de una hoja de ruta propia que señale el camino y marque las pautas.
Queda por ver si la región encuentra los resortes necesarios para dar un nuevo
impulso a ENLACES. Con ese fin se reunieron el pasado mes de marzo en Santo
Domingo un conjunto de instituciones que acordaron un programa de desarrollo estratégico de la iniciativa integracionista.
En lo personal,
soy ahora más escéptico que hace un año cuando abordé este tema en las entradas
¿Qué hacer para que despegue la internacionalización en América Latina? y
Utopía o proyecto. Sigo creyendo que los puntos que resalté entonces en esas
reflexiones son de primerísimo orden, pero con el fin de la bonanza económica será
aún más complicado que los mandatarios latinoamericanos comprometan ingentes
recursos para impulsar un gran pacto regional en pro de la educación superior.
En el plano nacional hay algunas iniciativas que exhiben alentadores resultados
pero de forma general son aún muy insuficientes de acuerdo con la demanda y las
necesidades de desarrollo económico y social de la región. Programas como
Ciencias sin fronteras en Brasil o la apuesta integral por el talento humano en
Ecuador expresada en los programas Prometeo o Becas de Excelencia constituyen
los epicentros más notorios de una apuesta por el conocimiento que encuentra
réplicas de menor dimensión en otros países latinoamericanos.
Los procesos
de cooperación requieren de fondos y de una planificación a mediano y largo
plazo. Desafortunadamente, hoy día, el núcleo fundamental de la actividad de
las universidades latinoamericanas en materia de cooperación internacional
continúa a merced de la iniciativa aislada de profesores e investigadores y de
la oferta de financiación de programas y organizaciones de otras regiones del
mundo.
Se debe tener
conciencia que el reto de construir una educación superior de calidad, reviste
en América Latina un carácter especialmente colectivo. La fuerza y
potencialidades de la región están justamente en saber capitalizar las
capacidades de cada uno de sus países y sistemas de educación superior, en
poder contar con la participación y colaboración de todos los actores clave.
Por eso, trabajar en la unidad y la integración es la mejor forma de robustecer
la raíz que permitirá un crecimiento y desarrollo sostenible de sus
instituciones. No se puede pensar en impulsar esfuerzos asociativos viables con
otras regiones del mundo en materia de educación superior cuando aún está
pendiente el ordenamiento de la propia casa. Mientas esa obra no se acometa la
cooperación internacional de las universidades latinoamericanas seguirá siendo
espontánea, dispersa, reactiva y esencialmente dependiente de la agenda y la
financiación externa.
Muchas gracias Carlos por el excelente artículo. Completamente de acuerdo con el artículo en cuestión, se necesita unidad y convergencia para construir una educación superior de calidad.
ResponderEliminarExcelente Carlos, completamente de acuerdo.
ResponderEliminarMuchas gracias Vanessa y Ruth. Me alegra que les haya gustado esta reflexión. En verdad, es una preocupación que compartimos muchos sobre el estado de integración de un sector estratégico para el desarrollo de América Latina como es la educación superior.
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