Son muchos los roles que
conforman la actividad cotidiana de coordinación de proyectos y un buen Project
Manager deberá apelar siempre a sus mejores dotes de organización y gestión, a
sus habilidades de liderazgo y administración y a sus capacidades de
convocatoria y motivación. Facultades todas que deberá desarrollar muchas veces
en entornos complicados y heterogéneos, resultantes de situaciones, culturas y
visiones bien diferentes.
Desde las mismas fases de
identificación y diseño del proyecto, en el que se comienzan a perfilar los
objetivos y a definir la composición del consorcio y el equipo de trabajo, se
debe prestar especial atención a cada elemento de nuestro futuro proyecto. Ya
desde esa fase inicial, el Project Manager debe hacer gala de sus mejores armas
como líder. Las instituciones o personas que conciben y coordinan el proyecto y
sirven de facilitadoras para la conformación de la red deberán tener siempre
presente, incluso en su período de gestación, que el trabajo en equipo
constituye la piedra angular para una eficiente y exitosa gestión y que las
mejores herramientas que se tiene para consolidarlo son la promoción de un
flujo amplio de intercambio de información y la búsqueda de consenso en las
cuestiones esenciales que definen el proyecto.
Cuando en un proyecto interactúan
muchos profesionales e instituciones de países y culturas diferentes –como es el
caso de proyectos europeos como Erasmus + y H2020 – el punto de partida para
una buena gestión descansará en garantizar que todos los miembros abracen
objetivos comunes, que exista claridad en relación a los procedimientos
operativos y estén bien definidos los roles de cada elemento en la dinámica del
proyecto.
Lamentablemente, debemos
reconocer que en muchas ocasiones los consorcios son conformados de forma
apresurada y atropellada, recurriéndose a vínculos preestablecidos. Esto
provoca que se estructuren esencialmente
con personas e instituciones con los que ya se tiene alguna experiencia de
trabajo anterior. Obviamente, esto no es censurable ni deja de ser un elemento
de viabilidad a la hora de seleccionar los actores de nuestro proyecto, incluso
porque permite que se parta de un clima de confianza. Sin embargo, en muchas
ocasiones esta opción va en detrimento de la inclusión de las instituciones más
idóneas para la consecución de los objetivos estratégicos del proyecto que se pretende
ejecutar.
Esta práctica, bastante habitual,
no solo afecta la calidad, balance y complementariedad de la composición, sino
que afecta muchas veces la dinámica del proyecto, porque por lo general las
instituciones que aceptan conformar el consorcio se limitan a garantizar su participación
y terminan asumiendo la visión y objetivos del proyecto que son definidos por
la institución que los ha invitado a participar y que es la que marca las
pautas. En no pocos casos, esta situación se refuerza luego durante la implementación
porque desde el punto de vista de gestión los socios sólo ejecutan lo que se
les orienta desde la coordinación, asumiendo durante el ciclo del proyecto una
actitud pasiva, dependiente y poco innovadora que se traduce en inacción y
resiente profundamente la calidad y ejecución del proyecto.
Expresado en otros términos
podría decirse que un proyecto que es gestado y construido sobre bases poco
participativas, en los que priman intereses y beneficios de un socio en
detrimento de otros, es de antemano un proyecto que tiene pocas opciones de ser
exitoso. Como actividad asociativa generadora de valor, el éxito de un proyecto
descansa siempre en una relación win-win en la que todos los miembros del
consorcio sienten que saldrán beneficiados.
Consecuentemente, el Project
Manager tendrá entre sus principales acciones de liderazgo la misión de
fomentar una filosofía de trabajo en la que cada socio conozca exhaustivamente
sus funciones y responsabilidades en la dinámica del proyecto, así como la de
los otros socios para que se genere un clima de colaboración entre todos. De
igual forma, deberá velar que cada socio sepa cuál es su margen de maniobra y
decisión para el cumplimiento de sus roles, en aras de que pueda emplearse con
toda autonomía e independencia dentro de esos límites. Esta filosofía va a
reforzar la capacidad innovadora de los socios, así como su motivación,
responsabilidad y sentido de pertenencia. De esta forma, el proyecto tendrá una
dinámica en la que las instituciones del consorcio no serán entes pasivos a la
espera de indicaciones, sino que tendrán plena disposición para actuar y
contribuir en cada uno de los procesos de la implementación del proyecto.
Por tanto, uno de los focos
esenciales de atención de cualquier Project Manager deberá estar en los
recursos humanos que conforman el equipo del proyecto, por ser estos su
principal activo. Desde nuestro punto de vista, es en la selección del personal
y en la interrelación que se genera entre los recursos humanos donde se fragua
gran parte del éxito del proyecto. De hecho, la capacidad e idoneidad
organizacional de un proyecto no se aprecia tanto en el organigrama de gestión
como en su adecuada y balanceada composición, en la selección de las
instituciones y personas que estén en mejores condiciones de tributar a los
objetivos del proyecto y de aportar con su participación valores agregados
durante la ejecución del mismo.
Para un Project Manager resulta
una tarea vital e insustituible, desde la propia génesis del proyecto, pero
sobre todo durante la ejecución, el reunir en su entorno a los profesionales
más competentes para el desarrollo de las acciones previstas. No obstante, la
idoneidad profesional de los recursos humanos no será suficiente, será
necesario que cada uno de los socios sea capaz de asumir el proyecto con
dedicación y total compromiso. Son estas cualidades las que, a la postre,
podrán garantizar su implementación exitosa, ya que al margen de la capacidad
organizativa, técnica o tecnológica que se pueda tener, resultará prácticamente
imposible materializar con calidad los objetivos del proyecto si no se cuenta
con el compromiso de las personas que en él participan.
La calidad es cuestión de dar
importancia a los detalles, de esforzarnos por realizar cada proceso con el
mayor nivel de rigor posible, y eso pasa por propiciar un clima de trabajo que
potencie y multiplique la capacidad de gestión e innovación de sus miembros y
refuerce su compromiso y sentido de pertenencia al proyecto. Consecuentemente,
la capacidad de liderazgo de la coordinación se manifiesta en una serie de
frentes que tributan a garantizar una gestión eficiente y eficaz del proyecto.
La selección adecuada de los recursos humanos e instituciones, la promoción de
un esquema de comunicación fluida y transparente entre todos los elementos, la
claridad en la definición de roles y funciones y, sobre todo, la colocación del
contacto humano como elemento prioritario deberán estar entre los frentes a los
que el Project Manager deberá dedicar especial atención.
Sólo así será posible que los
socios puedan interactuar fluidamente, que sientan plena confianza para abordar
cualquier tema con claridad y sin recelos y, muy importante, que se tenga
seguridad en que se podrá contar con la plena colaboración de todos los colegas
para responder a las innumerables necesidades de gestión e información que un
proyecto requiere, en la mayoría de los casos, con plazos bien limitados de
ejecución.
Por eso, una interrogante que
deberá estar de forma sistemática rondando en la cabeza del Project Manager,
como parte de su misión de dirección y liderazgo es hasta qué punto los
miembros del proyecto se sienten comprometidos, valorados y orgullosos de ser
parte del mismo. La respuesta a esta pregunta lo ayudará a reajustar y adecuar su
gestión para conducir el proyecto a buen puerto al final de una travesía que
casi con seguridad deberá afrontar algunas turbulencias.
Excelente análisis. la capacidad del Project Manager en concertar intereses, filosofías, inducir motivación para la integración conjunta dirigida a dar respuesta a los objetivos del proyecto es lo que garantiza la consecución de las metas, la motivación y el compromiso. Este logro es muestra del verdadero liderazgo en la conducción del capital humano que conforma el equipo de proyecto.
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