El programa de movilidad
académica iberoamericano comienza a ganar forma y sustancia. La pasada semana
concluyó una campaña para la búsqueda de un nombre que lo identifique
internacionalmente. La campaña ha servido, al mismo tiempo, para divulgar ampliamente
la iniciativa entre las comunidades universitarias a la espera de que su
lanzamiento pueda hacerse oficial próximamente.
Concebido como una especie de
Erasmus para los países del continente latinoamericano junto a España y
Portugal, el programa fue acordado en la XXIV Cumbre Iberoamericana celebrada en
Veracruz, México en diciembre de 2014 con el objetivo de promover la movilidad
académica de estudiantes, profesores e investigadores en la Comunidad Iberoamericana.
Su rápida materialización después de años marcados por innumerables intentos
fallidos es la mejor expresión del empeño y arduo trabajo de articulación de
voluntades realizado por la nueva dirección de la Secretaría General
Iberoamericana (SEGIB) que conscientes de la importancia capital de poner en
contacto al enorme talento que existe en las universidades iberoamericanas decidió
apostar por el intercambio académico universitario como uno de los principales
frentes para el relanzamiento de la cooperación en el Espacio Iberoamericano.
En este blog he abogado por la
necesidad impostergable de que las naciones latinoamericanas dispusiesen de un
programa de cooperación académica y científica propio de alcance regional. Un
programa que fuese concebido, gestado, financiado e implementado desde la
región para abordar sus problemas y necesidades de desarrollo, que no siempre
son coincidentes con los que enfrentan los llamados países desarrollados. En
este sentido, la puesta en marcha del nuevo programa de movilidad académica en
Iberoamérica constituye por sí solo una
iniciativa de especial relevancia para la integración y el desarrollo regional.
Después de todo, en un contexto
en el que la mayor parte de la comunidad universitaria no ha tenido nunca una
experiencia internacional, este programa podría representar una gran
oportunidad para que estudiantes, profesores, investigadores y staff puedan
vivir en primera persona el inestimable valor de estudiar, investigar o
desarrollar una práctica laboral en otra institución y país de la Comunidad Iberoamericana.
El programa prevé que entre 2016 y 2020 se desarrollen doscientas mil
movilidades que serán financiadas a través de una alianza público-privada que
ya cuenta con el respaldo de ministerios, consejos nacionales de educación
superior, ciencia y tecnología y otras entidades gubernamentales de varios
países, así como algunas de las principales asociaciones y redes universitarias
existentes en Iberoamérica.
A juzgar por las informaciones
disponibles hasta la fecha que han podido ser consultadas, el elemento de mayor
fragilidad en la alianza lo constituyen las instituciones del sector privado ya
que al parecer sólo han confirmado su contribución algunas empresas y
corporaciones españolas como el Banco Santander, Iberia e Indra, aunque recientemente
se sumó la Fundación Carolina, entidad de carácter público-privado que agrupa
en su patronato a varias de las principales empresas españolas. Este aspecto
nos merece un llamado de atención ya que a falta de una entidad supranacional
que lance programas con sus propias dotaciones financieras –como es el caso de
Erasmus y otros programas europeos – el éxito de un instrumento de cooperación de
estas características y magnitud depende en alto grado de la contribución e
intervención de un segmento amplio y diverso del tejido empresarial y el sector
privado latinoamericano.
La movilidad no basta, la internacionalización tiene que ser para todos
Datos de la UNESCO en 2013
señalaban, por ejemplo, que sólo el 0,9% de los estudiantes universitarios
latinoamericanos habían podido beneficiarse de alguna acción de movilidad
estudiantil internacional, siendo este el valor más bajo entre todas las
regiones del mundo. De este exiguo segmento de estudiantes latinoamericanos con
alguna experiencia internacional, el 75,1% había tenido a Norteamérica y Europa
Occidental como destino, mientras que sólo el 20,8% había optado por otra
institución latinoamericana. Algo similar ocurre con la movilidad hacia la
región. Latinoamérica sólo recibe el 1,8% del total mundial de estudiantes que
participan en movilidades académicas, lo que también la convierte en la región
que menos estudiantes internacionales acoge.
Si se toma esta información como
referencia del punto de partida es obvio que el acuerdo de movilidad académica
iberoamericano ofrece motivos para el regocijo y abre un horizonte de
esperanzas y oportunidades para avanzar en la internacionalización de la
educación superior en América Latina. Su implementación no sólo podría aumentar
el magro flujo de intercambio entre las instituciones universitarias de la
región, sino que podría ser también un revulsivo para pavimentar otras
autopistas y caminos vitales para una internacionalización más integral e
inclusiva. Es precisamente en este terreno donde en nuestro criterio reside el
verdadero impacto que el programa podría tener a largo plazo desde un punto de
vista estratégico.
La internacionalización de la
educación superior requiere de un cambio radical de paradigmas. Como muestra la
encuesta de la Asociación Internacional de Universidades (AIU) realizada en
2014 todavía en América Latina un porciento significativo de las universidades
sigue identificando el internacionalizar esencialmente con la movilidad. Las
movilidades salientes de estudiantes y la de académicos y staff fueron
ampliamente indicadas como dos de las tres actividades prioritarias para la
internacionalización en Latinoamérica. Y
reitero, las movilidades salientes, porque ni por asomo se piensa en las
movilidades entrantes.
Cualquiera que allá tenido la
oportunidad de estudiar, investigar o trabajar en el extranjero reconoce el
impacto tremendo que esa experiencia tiene en nosotros como personas y como
profesionales. Sin embargo, debemos coincidir que ante la inviabilidad de
garantizar esa experiencia para una gran mayoría resulta imprescindible
explorar otros territorios. Es importante entender, digerir y asumir de plena
conciencia que la movilidad es simplemente un vehículo más de la
internacionalización. Un vehículo que en los tiempos de internet y las
tecnologías de la información no es siquiera ya en muchos contextos la más
viable de las opciones.
De hecho, en Europa, que
constituye la principal referencia de articulación de estrategias exitosas de
internacionalización universitaria y que exhibe indicadores elevadísimos de movilidad
académica internacional como consecuencia de sus diversos programas de
cooperación universitaria, el tema del foco en la movilidad ha sido motivo de constante
preocupación. Desde 1999 se inició en Europa un movimiento que buscaba impulsar
la “internacionalización en casa” y que ha devenido una de las principales áreas
emergentes en materia de internacionalización de la educación superior a escala
global.
La internacionalización en casa,
que ha sido definida por los reconocidos expertos Jos Beelen y Elspeth Jones como
"la integración intencionada de las dimensiones internacional e
intercultural en los currículos formal y no formal dentro de los entornos de
aprendizaje domésticos para beneficio de todos los estudiantes” busca a través
de un conjunto de actividades concertadas que se desarrollan en las propias
universidades generar competencias y habilidades que le permitan a los futuros
egresados interactuar eficazmente en entornos internacionales, lo que
constituye un requisito sine qua non en una sociedad cada vez más global e
interconectada.
En su esencia, la internacionalización
en casa requiere del perfeccionamiento de los procesos de enseñanza y aprendizaje,
de la actualización sistemática de los planes de estudio para que sean más
flexibles e internacionales, de una mejor inserción de las actividades
extracurriculares y de una mayor interacción entre la investigación y las
actividades académicas. Para su puesta en marcha son muchas y diversas las
acciones que pueden llevarse a cabo y cada institución deberá apostar por
aquellas que resulten más adecuadas con su estrategia institucional. El aumento
del número de profesores e investigadores extranjeros que desarrollen estadías
de corta duración, el desarrollo de seminarios, talleres, módulos y cursos centrados
en elementos de carácter internacional, el fomento del aprendizaje de lenguas
extranjeras, el desarrollo de acciones que fomenten la comunicación y la
diversidad intercultural, la organización de eventos temáticos y escuelas de
verano internacionales, la participación en proyectos internacionales en los
que se inserten tanto académicos como estudiantes, la organización de semanas
internacionales dedicadas a fomentar el conocimiento y la interacción con
países de interés estratégico, la implementación de acciones de movilidad
virtual, la ejecución de acciones formativas conjuntas con académicos internacionales
a través de videoconferencias o el fomento de programas de estudio de doble
titulación son sólo algunas de las formas más frecuentes de impulsar la
internacionalización sin necesidad de que los estudiantes salgan de la propia
institución.
La internacionalización en casa
es un proceso que debe ser introducido con una visión estratégica a largo
plazo. Su implementación no excluye ni está en contradicción con el aumento de las
movilidades. Ambos abordajes deben y pueden ser perfectamente integrables. Es
esa complementariedad la que debe ser capitalizada por las instituciones de
educación superior para que el programa de movilidad académica que será lanzado
por la SEGIB no sea apenas una gran oportunidad de crecimiento profesional para
personas aisladas sino también un vehículo propicio para reforzar la cultura de
internacionalización en el interior de las universidades. El proceso de
internacionalización de una universidad no es simple, no es inmediato y no es
barato, por lo que es menester estar preparados.
Carlos:excelente noticia esta iniciativa. Esperemos que sea sostenible y tenga una vida prolongada y fructífera. El tema del financiamiento es clave, razón por la que han caído otros programas iberoamericanos como el Pablo Neruda de la OEI. Y coincido es una puerta al fomento de la internacionalización universitaria en la región que debemos aprovechar en las universidades para priorizar este proceso al servicio de la calidad.
ResponderEliminarMe parece que dadas las condiciones de avance en la tecnología en nuestros países latinoamericanos, la internacionalización en casa es una excelente alternativa para integrarla a la movilidad que realiza en el área. Sin lugar a dudas la internacionalización que posee inmersa la movilidad de estudiantes, profesores y de administrativos, permite ampliar conocimientos y aspectos culturales a aquellos que la realizan. Esto permite conocer en propiedad como están por ejemplo nuestras universidades en las especialidades que constituyen la oferta académica y a la vez observar modelos que pueden otorgar ideas avanzadas en el campo de la especialidad. La internacionalización en casa es el complemento que permite el antes y el después de una movilidad realizada. Los contactos entre académicos, estudiantes y administrativos a través de la red o de teleconferencias, permite sin duda alguna la continuidad en el proceso de internacionalización. Amas formas deen ser parte de acuerdos y convenios internacionales, multilaterales de tal forma que exista por voluntad política, el presupuesto necesario para sustentar este interesante eje de formación.
ResponderEliminarExcelente iniciativa, y una vez magnífico aporte para el impulso y desarrollo de nuevas formas y prácticas de la movilidad académica
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