Hay artículos, noticias o
informaciones que captan fácilmente la atención del lector por su
sensacionalismo. Esto justamente me ocurrió hace unos días con un artículo
publicado por BBC News en el que Andreas Schleicher, Director de Educación de
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) abordaba
el enorme impacto de China y otros países asiáticos en el contexto global de la
educación superior.
El artículo titulado “China opens a new university every week” aborda el crecimiento desorbitante del sistema
educativo chino, lo que ha tenido como consecuencia un aumento significativo
del número de estudiantes y graduados universitarios del gigante asiático, que
ya desplaza en este indicador a Estados Unidos y Europa, que han sido
históricamente las principales plazas universitarias.
Este crecimiento ha ido
gradualmente reconfigurando el mercado global de la educación superior, por lo
que se considera una de las más vertiginosas revoluciones en el sistema universitario
mundial. A grandes rasgos, de este crecimiento se desprenden dos importantes
consecuencias, el surgimiento de un nuevo polo para la educación superior
internacional y un frenazo paulatino del número de jóvenes chinos que apuestan
en el exterior para cimentar su currículo profesional. Esto último está
conduciendo necesariamente a las principales economías occidentales a
replantearse sus estrategias de internacionalización universitaria para
continuar siendo competitivos en el mercado de la educación internacional y, sobre
todo, no ver menguada su influencia en el mercado asiático, que ha sido el
nicho más importante para sus instituciones universitarias en los últimos años.
El artículo no analiza el
componente cualitativo del incremento exponencial de universidades en China. A
primera instancia, parecería difícil acreditar que tal ritmo pueda ejecutarse
con altos estándares de calidad porque las universidades no son algo del que se
pueda hacer un prototipo y llevar a la línea de montaje para producir a gran
escala. Ese es un tema que obviamente requeriría de un estudio más profundo
para entender cuáles son las pautas del crecimiento y desarrollo del modelo
chino. América Latina ya vivió también
en su momento un período de expansión de sus sistemas de educación superior y
son varias las instituciones que después de muchos años no han podido
despojarse del sambenito de universidad garaje.
No obstante, lo que llamó mi
atención en el artículo del directivo de la OCDE no estaba relacionado con el
incremento del número de universidades y estudiantes en Asia, sino con las carreras en las que
mayormente matriculan y se gradúan sus estudiantes. Tal como subraya el
artículo, en 2013 el 40% de los graduados en China lo hacía en carreras de
ciencias naturales, tecnologías, ingenierías y matemáticas, conocidas en inglés
como STEM y sobre las que existe amplio consenso en que constituyen la piedra angular de la prosperidad
de las economías basadas en el conocimiento. Similares indicadores se aprecian
en otras naciones emergentes asiáticas como la India o Corea del Sur. Sin
embargo, al analizar los datos de América Latina para el mismo año 2013
constatamos que estas carreras sólo representan el 20% y que la distribución de
los graduados por áreas del conocimiento es bastante dispar, como se observa en
el siguiente gráfico.
El gráfico no sólo revela el bajo
por ciento de graduados en las carreras del segmento STEM, Otras profesiones
que podrían ser estratégicas para el desarrollo regional como las ciencias
agrícolas también manifiestan valores insuficientes, especialmente si se
considera que América Latina es una de las principales productoras y
exportadoras de alimentos a nivel mundial y la que más potencialidades de
crecimiento posee por la expansión de su área agrícola. Esta floreciente
industria podría ser una baza para la economía regional pero eso sólo podría materializarse
si se fortalecen las capacidades técnicas, se hace una adecuada explotación de
la ciencia y la tecnología y se cuenta con los recursos humanos altamente
calificados requeridos para responder a las necesidades de desarrollo del
sector.
A todas luces, cuando se analizan
las causas del rezago tecnológico latinoamericano, el desbalance existente en
el número de graduados entre las diferentes disciplinas no parece ser un tema
menor. El alto por ciento de graduados en ciencias sociales y humanidades, que
representan más del 60% del total, constituye una de las principales anomalías
del sistema de educación superior regional y está directamente asociado a los
bajos niveles de investigación, los problemas de financiación de la ciencia, el
bajo impacto de las publicaciones científicas o el ínfimo registro de patentes.
Esto explica también de alguna manera el por qué Latinoamérica tiene una
presencia casi nula en los principales ranking internacionales que son elaborados
fundamentalmente a partir de criterios relacionados con la capacidad de
investigación y la producción científica de las universidades.
A modo ilustrativo he añadido también
un gráfico en el que se observa el crecimiento exponencial de China en sus solicitudes
anuales de registro de patentes, ámbito en el que ya supera a Estados Unidos y
otras economías occidentales desarrolladas. En contraposición, Latinoamérica muestra
una situación de alarmante precariedad ya que en su conjunto no alcanza
siquiera los valores de pequeños países como Israel y Corea del Sur que han
apostado seriamente por el desarrollo de sus sistemas nacionales de educación
superior, ciencia, tecnología e innovación.
Habiéndome dedicado por vocación
a las relaciones internacionales, no seré yo quien vaya a despotricar de las
ciencias sociales y las humanidades. Estas áreas del conocimiento son
indispensables para el progreso de la ciencia y desempeñan también un
importante papel en la comprensión y sistematización de los procesos asociados
a la producción y transferencia del conocimiento. De igual forma, perfiles de
ciencias sociales y humanidades han probado su importancia como conectores de
equipos híbridos y multidisciplinarios que tan necesarios son para el fomento
de ecosistemas en los que florezca la creatividad y se impulsen procesos de
innovación que respondan a los complejos retos sociales que enfrenta la
humanidad. Sin embargo, resulta imposible avanzar en un modelo de economía del
conocimiento sin que las llamadas STEM tengan un papel preponderante en la
sociedad, tanto a nivel académico, investigativo como productivo. Este es un
gran reto que debe enfrentar América Latina. Es imperativo y urgente revertir
el déficit de profesionales en Ciencias Naturales, Tecnologías, Ingenierías y
Matemáticas si se quiere impulsar un crecimiento y desarrollo sostenibles. Lograrlo
no es solamente una cuestión de financiación. Es por encima de todo una
cuestión de estrategia y concertación política. Es menester mirarse en el
espejo chino.
Buena aportación, C.A. Comparto contigo el interés por seguir el caso chino, su expansión universitaria tendrá repercusiones en la educación superior global en el mediano plazo como bien apuntas. Solo dos ideas respecto a tu argumento sobre el dominio de las ciencias sociales sobre las STEM en América Latina. Este dominio no es exclusivo de la región, la OCDE apunta que en EE.UU. y Europa existe una proporción similar de estudiantes graduándose en ciencias sociales y humanidades a la que vemos entre estudiantes latinoamericanos. En el caso de los países asiáticos debemos tener en cuenta que países como China y Corea del Sur (hace 30 años al menos) tienen un control administrativo más centralizado, vertical y autoritario sobre sus instituciones educativas que en A.L. Este control les permite manipular con mayor eficacia su oferta educativa y al mismo tiempo encausar su propia demanda. Si las ciencias sociales no son tan estudiadas en China es porque el sistema político no está interesado en crear científicos sociales que acumulen crítica y cambio al sistema de partido único en ese país. En caso análogo en A.L. si nuestros estudiantes universitarios eligen las ciencias sociales y las humanidades es porque tal vez nuestros enormes problemas sociales requieren de gente preparándose para estudiar, criticar y proponer correcciones en este área. Europa y USA no serían las potencias de hoy si no hubieran tenido a la ilustración (la crítica social) de la mano de la revolución industrial y económica de hace dos siglos.
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