Una de las insuficiencias más
notorias en la formulación de estrategias de internacionalización en las
instituciones de los países en desarrollo es su incapacidad para identificar y
construir entre ellos espacios efectivos de cooperación. Cuando se piensa en desarrollar
alianzas estratégicas rara vez el sur mira al sur como un interlocutor viable y
fiable, como un socio sostenible.
El tema ha estado en el centro de
la agenda latinoamericana en los últimos días. La semana pasada la Secretaria
Iberoamericana Rebeca Grynspan realizó un llamado a multiplicar la cooperación en
el eje del Atlántico Sur durante un evento celebrado en Lisboa en el que se
debatía la importancia del espacio geográfico conformado por los países de la
comunidad iberoamericana y el continente africano. La alta directiva de la
SEGIB ponía en valor que en su conjunto los países que conforman este eje
reúnen potencialidades que lo convierten en uno de los más promisorios y
dinámicos de la economía mundial de caras al futuro, aunque apuntaba que los
vínculos existentes entre ellos son aún muy incipientes y que la capitalización
de sus potencialidades dependerá en alto grado de la habilidad que tengan de
impulsar una asociación estratégica en el triángulo que conforman las naciones
de América Latina, África y la Península Ibérica.
En la misma línea se proyectaba
el trigésimo sexto periodo ordinario de sesiones de la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL) que debatía la Agenda 2030 para el
desarrollo sostenible en la región. En el encuentro, la Secretaria Ejecutiva de
la CEPAL, Alicia Bárcena, abogó no sólo por reforzar la integración entre los
propios países latinoamericanos sino también defendió la importancia de
impulsar esquemas de cooperación sur-sur y triangular que privilegien la
construcción de alianzas estratégicas entre Latinoamérica y el continente
africano.
El apelo de ambas instituciones va
más allá del discurso políticamente correcto de colaboración. Si bien África ha
sido un continente que ha naufragado a su suerte durante decenios y que sigue
requiriendo de la solidaridad internacional, los signos de despegue en algunas
economías de la región abren un nuevo escenario de oportunidades para la cooperación
en disímiles ámbitos, que Latinoamérica – si supiese jugar bien sus cartas –
podría capitalizar.
Si bien es verdad que ambas
regiones comparten condiciones socio-culturales que podrían a priori ser
favorables para un acercamiento, no es menos cierto que se trata de una
relación que históricamente ha sido tenue, dispersa y poco sistemática. Una
muestra de la fragilidad de esta relación es el bajo perfil de cooperación que
existe entre los sistemas de educación superior y las universidades de ambas
regiones, lo cual es significativo una vez que existe amplio consenso sobre la
importancia del intercambio universitario como vehículo y catalizador de
vínculos y alianzas en otros sectores estratégicos de las relaciones
internacionales como la economía, el comercio y la cultura.
Para ilustrarlo, analicemos la
siguiente tabla que refleja las preferencias geográficas para acciones de
cooperación internacional universitaria arrojadas por la cuarta encuesta de
internacionalización realizada por la Asociación Internacional de Universidades
a instituciones de educación superior de todas las regiones del mundo.
Esta tabla por más simple que
parezca, nos deja algunas notas interesantes que vale la pena resaltar.
a) El núcleo fundamental de la cooperación
universitaria mundial se desarrolla entre Europa, Norteamérica y Asia-Pacífico
o lo que es lo mismo, tiene lugar en los ejes del Atlántico Norte y el Pacífico
que constituyen el centro de la economía y el comercio mundial.
b) América Latina y el Caribe no constituye la primera
prioridad ni siquiera para las instituciones de la propia región, lo que pone
en evidencia la fragilidad del proceso de integración regional en materia de
educación superior.
c) Sólo Norteamérica, en la que el reclutamiento de
estudiantes extranjeros tiene un peso preponderante en sus estrategias de
internacionalización, considera a Latinoamérica entre sus prioridades.
d) África no constituye una prioridad para ninguna
de las otras regiones y el hecho de que haya sido indicada como la primera
prioridad de cooperación para las propias instituciones africanas responde más
a la escasez de opciones y oportunidades
de colaboración internacional que hasta ahora han padecido que a la vertebración
de una estrategia en el seno de las organizaciones e instituciones africanas.
No obstante, este último elemento
es un escenario susceptible de modificación en los próximos años. El crecimiento
promedio anual del PIB de África entre 2000 y 2010 fue de 5,4%. En estos
momentos la región continúa creciendo a ritmos superiores al 3%, a pesar de la
caída del precio de las materias primas. Algunos países africanos exhiben
crecimientos sostenibles superiores al 6% que los ubican entre las naciones con
mejores indicadores de crecimiento de la economía mundial.
A pesar de sus enormes problemas
de infraestructura (comunicación, transporte, sanitaria, etc.) que son más
acuciantes que los de Latinoamérica, África exhibe signos de prosperidad que no
pueden ser pasados por alto. El crecimiento de sus economías ha traído aparejado
el aumento de la inversión, un proceso aún embrionario de diversificación de
los sectores de la economía que pretende ir más allá de las materias primas, el desarrollo de amplios programas de
urbanización, el crecimiento de una incipiente clase media que se consolida con
el regreso de una diáspora con mejores índices de instrucción y la apertura a
la revolución digital.
En este nuevo contexto, es previsible
que las universidades africanas deban desempeñar un papel primordial en el reordenamiento
y desarrollo de sus sociedades. El crecimiento de la demanda en materia de
formación, investigación, desarrollo tecnológico y creación y desarrollo de
capacidades que se avizora es enorme y podría afirmarse que desborda la
capacidad actual de respuesta de los sistemas e instituciones de educación
superior africanos. Esto constituye, sin dudas, un excelente caldo de cultivo
para la puesta en marcha de una estrategia concertada que permita catalizar y
multiplicar los vínculos de cooperación universitaria entre los países del
Atlántico Sur.
Obviamente, no es este un proceso
que pueda darse por generación espontánea. Será necesario que confluyan políticas,
instrumentos, incentivos y acciones que impulsen de forma armónica tanto la
cooperación internacional en el espacio latinoamericano como la relación con
las universidades africanas para que se pueda revertir una situación de partida
deficitaria. Me permito referir, como reflexión final, algunas de las que considero
podrían ser significativas:
Concertación política: para
dar consistencia y mayor capacidad de intervención al proceso es necesario que forme
parte de una estrategia de concertación política al más alto nivel. Un proceso en
el que intervengan activamente gobiernos, asociaciones universitarias e instituciones
de educación superior conducidos por organismos supranacionales como la CELAC y
la SEGIB.
Iniciativas como el primer simposio
de las lenguas portuguesa y española que la SEGIB realizará en septiembre para
promover el bilingüismo en una comunidad lingüísticamente próxima que abarca a
650 millones de hispanoparlantes y luso parlantes en Iberoamérica parecen estar
en la dirección correcta. Destáquese, por ejemplo, que uno de los principales
obstáculos reconocido por las universidades latinoamericanas para impulsar la
internacionalización lo constituye la insuficiencia idiomática de académicos, staff
y estudiantes, por lo que crear espacios de cooperación universitaria que
aprovechen la cercanía lingüística entre el español y el portugués podría ser
un incentivo para diseminar y potenciar acciones de internacionalización.
Fomento de una visión integral
de la cooperación: un proceso de acercamiento con África no deberá sustentarse
en iniciativas aisladas. Las simetrías y paralelismos existentes entre los dos
continentes deben ser un marco propicio para articular acciones de cooperación,
tanto académicas, investigativas como productivas, que tributen también al
fortalecimiento de los necesarios lazos de las universidades con el tejido productivo.
Son varias las áreas en las que Latinoamérica
ha desarrollado conocimiento o se encuentra trabajando en la solución de desafíos
parecidos a los que África tendrá que enfrentar en un futuro inmediato. La transferencia
de esas experiencias, tanto en el plano académico como productivo, se convierte
en un terreno fértil para la cooperación. En algunas áreas como por ejemplo la
agricultura y la producción de alimentos en las que las potencialidades de ambas
regiones son exponenciales, desarrollar alianzas efectivas entre universidades
y empresas latinoamericanas y africanas podría devenir en un paradigmático escenario
win-win capaz de generar beneficios sostenibles a largo plazo.
Liderazgo de Brasil y Cuba:
la cooperación latinoamericana con África debe ser concertada y en la
construcción de una agenda común el liderazgo de Brasil y Cuba podría ser
relevante. Brasil posee el principal sistema de educación superior de América
Latina y sus instituciones han venido desarrollando un creciente intercambio
con África como consecuencia de su participación en la comunidad de países de
habla portuguesa y de los contactos realizados con universidades sudafricanas en
la alianza entre los países emergentes del bloque BRICS. Cuba, por su parte, posee
vínculos históricos con África, varios miles de profesionales africanos se han
formado en universidades cubanas y más recientemente ha aumentado también el
número de académicos cubanos que asesoran y colaboran en universidades de
varios países africanos.
España y Portugal como pivotes:
a la cooperación sur-sur entre los países de ambos continentes, hay que añadir
necesariamente acciones de cooperación triangular que tengan a España y
Portugal como pivotes. Las universidades españolas tienen bastante experiencia
de cooperación en África y han sido especialmente activas en la región del
Magreb. Las universidades portuguesas tienen una presencia fuerte y vínculos
históricos con las naciones africanas de lengua portuguesa, que constituyen un
segmento importante de su estrategia de internacionalización.
En particular, este puede ser un
proceso atractivo y de mutuo beneficio para las instituciones portuguesas y
latinoamericanas porque les podría permitir un conocimiento y acercamiento más
importante. Aunque la cooperación universitaria entre Portugal y los países
hispanohablantes de América Latina ha aumentado en los últimos años todavía el
nivel de la relación dista mucho de ser satisfactorio y subsiste bastante
desconocimiento de las potencialidades y oportunidades de cooperación que
podrían compartir.
Atracción de otros actores:
un aumento del flujo de cooperación en el eje del Atlántico Sur atraería con
seguridad a otros actores interesados en el desarrollo de acciones de
cooperación triangular o multilateral en la que participen conjuntamente
universidades latinoamericanas y africanas. Diferentes organismos del sistema
de Naciones Unidas, el Banco Mundial, la Comisión Europea y entidades de
cooperación al desarrollo de países con tradición en la financiación de
proyectos en África como Alemania, Reino Unido, Francia, Bélgica y Holanda verían
seguramente con buenos ojos iniciativas en el contexto de esta asociación.
De momento, lo que se constata es
que habría mucho trabajo por hacer y que existe un universo prácticamente
virgen por explorar. Los recursos de las universidades disponibles para acciones
internacionales son limitados y los frentes y las necesidades que requieren
atención en una institución de educación superior son muchos. Este es un
obstáculo real que habría que sobrepasar, pero que funciona para cualquier
iniciativa que se quiera emprender en materia de internacionalización. La
pregunta que habría que formular es si existe
verdadera voluntad en el sur para mirar al sur con atención y reconocer que hay
espacios de cooperación que merecen ser explorados y que se pueden capitalizar.
Como siempre Carlos Alberto gracias por tu valioso aporte que nos hace reflexionar sobre cuanto hay de dificultades reales para avanzar en este tipo de cooperación o si realmente primero se deberá avivar,en los corazones académicos del Atlántico Sur, la llama del deseo y la convicción de la importancia de avanzar en acciones firmes de cooperación solidaria con sus pares del Sur. Gracias
ResponderEliminarGracias Gaby. Es importante que los que trabajamos en el área de internacionalización intentemos sensibilizar a nuestros colegas del valor y la importancia de la cooperación sur-sur. No se entiende que se compartan realidades y problemas y no se trabaje en conjunto por encontrar soluciones. Te mando un fuerte abrazo
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