Basta pensar en globalización, en economía del
conocimiento, internet o MOOC´s para entender por qué la internacionalización
se ha convertido en los últimos años en un concepto cotidiano para la mayoría
de los directivos universitarios. La internacionalización ha devenido en una
especie de mantra de la educación superior y es normal que así sea. No
obstante, cuando se aborda la internacionalización en el ámbito universitario observamos
con frecuencia algunos estereotipos que tergiversan el verdadero sentido y
alcance de este proceso que se revela cada vez más importante y esencial para
el desempeño de la función estratégica reservada a las universidades en el
contexto actual.
Considerando que la visión de la internacionalización
resulta en extremo diversa y heterogénea y que sería imposible en una sola
entrada profundizar en un número considerable de estos estereotipos, voy a
ceñirme a uno que considero bastante generalizado y que me servirá de preámbulo
para introducir el tema que quiero abordar.
He seleccionado este porque tal vez sea el principal
obstáculo de la internacionalización como proceso y el mismo estriba en la
creencia de que la internacionalización es un proceso externo, muchas veces
ajeno a la mayoría de la comunidad universitaria, un proceso que es
responsabilidad de unos pocos funcionarios de la institución y en el que no
debemos intervenir si no somos convocados porque no forma parte de nuestra
actividad cotidiana. Algo así como yo a lo mío, a mi docencia, mi
investigación, mi laboratorio que del tema de la internacionalización se ocupa
el rector y su gente de relaciones internacionales.
Esta imagen distorsionada de la internacionalización pone
en evidencia que muchas instituciones de educación superior se encuentran en un
estadio inicial del proceso y que por tanto se requiere un cambio de mentalidad
que permita impulsar y consolidar la proyección internacional de las
instituciones universitarias, un cambio que debe ser promovido por sus
directivos pero que demanda el compromiso y participación activa de toda su
comunidad porque la internacionalización es por encima de todo un proceso
institucional.
La
institución como núcleo primario de la internacionalización
¿Cómo se
pretende desarrollar vínculos de colaboración sostenibles con terceros si no se
ha sido capaz de trabajar armónicamente con los colegas de la propia institución?
Esta es una pregunta que muchos debieran formularse porque confieso que en mi
vida profesional he asistido en reiteradas ocasiones a proyectos que se han
visto malogrados esencialmente porque no fueron capaces de unificar el
potencial existente en las diferentes áreas para ser canalizados como
iniciativas de la institución. Esto sucede porque persiste la mentalidad de
este es mi proyecto, mi idea, mi iniciativa y va a beneficiar a mi laboratorio,
a mi equipo y los del departamento de al lado si quieren disponer de ese
equipamiento o este software, acceder a esta técnica o participar en tal evento
que se inventen su proyecto. Esa mentalidad de feudo continúa siendo hoy un
flagelo para muchas universidades.
Por eso,
tengo plena convicción sobre la esterilidad de relaciones institucionales que
son fomentadas con otras organizaciones si previamente no hemos sido capaces de
edificar una sólida cultura de cooperación en el interior de nuestras propias
instituciones. Esa cultura de cooperación tiene que gestarse en las entrañas de
la propia institución y tiene que alimentarse de la voluntad de interactuar en
primer lugar con el laboratorio que tenemos al lado y la facultad que tenemos
en frente, este es sin dudas un requisito sine qua non para garantizar un éxito
consolidado de la proyección internacional a nivel institucional.
Por demás,
la institución constituye la base de todo el proceso porque en ella fraguamos
la estrategia que se convertirá en la hoja de ruta hacia la
internacionalización. Está claro que para exprimir al máximo los espacios de
cooperación que ofrece la internacionalización tenemos que preguntarnos antes
qué somos como institución, en qué somos buenos, qué nos interesa, qué podemos
ofrecer que sea valorado internacionalmente, cuáles son nuestras cartas de
negociación o qué nos hace atractivos e interesantes ante otras instituciones.
Una
estrategia de internacionalización clara y bien definida marca a priori toda la
diferencia. Si se carece de ella lo más posible es que en el mejor de los casos
encontremos instituciones con una cooperación internacional espontánea y
reactiva en la que se va por el mundo dando tumbos, respondiendo a
convocatorias e invitaciones que muchas veces no se corresponden con las
prioridades y necesidades a nivel institucional, participando en lo que podemos
y de la forma que podemos, sin tener idea cierta si lo que emprendemos es lo
más beneficioso para nuestra organización. Por el contrario, cuando se ha
definido con precisión una estrategia y toda la comunidad universitaria la ha
abrazado se va sedimentando gradualmente un modelo activo e integrador en que
todo lo que se emprende internacionalmente responde a la planificación
estratégica, estando en capacidad de medir el impacto y alcance que cada acción
tiene en la dinámica y el quehacer de la institución.
Cuando se ha
alcanzado este estadio de madurez se observa una cuidada selección de socios
para la ejecución de acciones de cooperación académica, científica y
tecnológica en la que en dependencia del proyecto que vamos a emprender hemos
logrado identificar e incorporar a contrapartes esenciales que tributan al
éxito de su ejecución, desde el ámbito de la propia institución hasta el nivel
de intervención de dimensión mundial como se aprecia en el siguiente gráfico
que refleja los ámbitos y lógicas de intervención del proceso de internacionalización,
tema este en el que profundizaremos en nuestra próxima entrada.
Para concluir esta reflexión hay algo que me gustaría
apuntar y que está relacionado con el trabajo de cohesión institucional para
proyectar armónicamente la estrategia de internacionalización. A diferencia de
lo que sucede en el mundo empresarial en donde es común que la gerencia defina
las pautas de su proyección internacional y estas sean acatadas sin mucha
resistencia por parte de sus funcionarios, la naturaleza organizacional de las
universidades se caracteriza, de forma general, por la autonomía e
independencia de las áreas y una fuerte demanda de gobernanza colectiva, lo que
constituye frecuentemente un obstáculo para la concertación de políticas y
estrategias a nivel institucional. No obstante, no existen razones para
permitir que ese fuerte sentimiento autonómico afecte la solidez de la
arquitectura institucional.
Este obstáculo puede convertirse de hecho en una
excelente oportunidad para promover un cambio organizacional y fomentar la
cooperación en el interior de la institución. La habilidad y capacidad de
liderazgo del equipo rectoral estará en involucrar desde el primer momento a
toda la comunidad universitaria en un proceso inclusivo, flexible y
transparente de diseño de las estrategias de internacionalización que defina el
marco general que debe ser observado por todas las áreas pero que al mismo
tiempo deberá ser lo suficientemente amplio, diverso y plural para acoger los
rasgos distintivos e intereses de facultades y departamentos que deben
interactuar sobre la base del consenso en pro de la consolidación de la
capacidad institucional.
Excelente análisis, para mí lo más importante es que deja claro que para internacionalizar la institución primero tiene que internalizarse. Solo una sólida definición estratégica y trabajo en equipo desde adentro dará frutos a nivel internacional más allá de las tradicionales relaciones internacionales e institucionales. Todo un reto.Gracias, Carlos Alberto por tu aportación, un saludo,
ResponderEliminarJesus
muy buen documento
ResponderEliminarExcelente. Te felicito Carlos Alberto.
ResponderEliminarMuchísimas gracias !!
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