Cuando conversamos con profesores e
investigadores de instituciones universitarias reparamos que, aunque más
solapadamente, persiste la idea de que los funcionarios administrativos son una
especie de personal de segunda clase. Da igual si se trabaja en relaciones
internacionales, transferencia de tecnología, economía, finanzas, recursos
humanos u otro departamento cualquiera del aparato administrativo de la
universidad. Obviamente, esta idea estereotipada y distorsionada es
consecuencia de las funciones básicas que los administrativos desempeñaron en
la universidad durante muchos años y el bajo nivel de especialización y
profesionalización que se requería entonces para desempeñar esos servicios.
La universidad contemporánea ha dado un
vuelco significativo a los procesos en las instituciones de educación superior
y ha transformado significativamente el rol que desempeña la estructura
administrativa en el accionar de la institución. En el caso específico de
relaciones internacionales, los países y universidades que marchan a la cabeza
de los procesos de internacionalización consideran a los profesionales de sus
equipos de relaciones internacionales piezas clave de todo el engranaje
organizacional y le crean las condiciones para que puedan desempeñar su trabajo
con la mayor calidad y eficacia posible.
Lamentablemente, en mi experiencia interactuando
con profesionales y equipos de relaciones internacionales universitarios de
Iberoamérica lo que prima es más bien lo contrario ya que muchos profesionales
de esta área sufren un verdadero calvario para cumplir con su misión
institucional, como se dice popularmente pasan mucho trabajo para trabajar. De
forma general, a la ausencia o pobre inclusión de la internacionalización en la
estrategia de las universidades, hay que agregar limitaciones de recursos, débil
empoderamiento, falta de reconocimiento y una larga lista de insuficiencias y vicisitudes
que hacen de la gestión de internacionalización un entorno cuando menos
precario para las personas que desempeñan funciones en este cada vez más estratégico
servicio para la comunidad universitaria.
Una vez que en diferentes ocasiones me han
preguntado de qué forma considero se puede revertir o atenuar esta situación,
quiero compartir en este post algunas ideas que ojalá puedan ayudar en su
gestión a aquellos que en su trabajo diario como coordinadores o miembros de la
unidad responsable por los procesos de internacionalización de su universidad sienten
que pasan la mayor parte del tiempo remando contracorrientes.
1. Haga una
radiografía de usted y su equipo: siempre me ha parecido que cualquier proyección tiene que partir de
nosotros mismos. Empiece por poner sobre la mesa sus competencias y lagunas
profesionales. Reconozca sus fortalezas y admita sus debilidades, no tenga
miedo ni pudor por exhibir en lo que son buenos y reconocer sin tapujos lo que
no saben. Transparentar nuestras capacidades, competencias y habilidades es tal
vez la mejor forma de comunicar a nuestra comunidad universitaria lo que les
podemos aportar y en qué necesitamos su asistencia y colaboración.
2. Conozca
profundamente su universidad: la internacionalización y la cooperación internacional no tienen
sentido si no tributan a las actividades sustantivas, por eso los gestores de
relaciones internacionales tienen que conocer profundamente su universidad, de
ese conocimiento depende prácticamente buena parte del éxito de su trabajo. No
basta con tener una idea general de la estructura y funcionamiento, para ser verdaderamente efectivos hay que
dedicar tiempo a estudiar los procesos, a dominar la estructura académica e
investigativa o lo que es lo mismo aquellas particularidades que distinguen a
la institución y conforman su ADN organizacional.
3. Sea prototipo
de una cultura de colaboración: no hay mejor doctrina que la que proviene del ejemplo. Así que si
aspira a mudar la cultura de su organización para que sea más proactiva y
cooperativa conviértase en el agente del cambio que quiere promover. Aplique
una política de puertas abiertas y siempre que le sea posible permítase escaparse
de la oficina para interactuar con su comunidad, mézclese con ellos,
explíqueles lo que le gustaría emprender y cómo ellos podrían participar,
aproveche también para escucharles y conocer cómo la oficina de relaciones internacionales
les puede ayudar a concretar sus objetivos. Haga de esto una práctica habitual
y sistemática y cuando menos se estará granjeando el respeto y la consideración
de sus colegas.
4. La llave de su
éxito está en la profesionalización: se dice con frecuencia que hay profesiones
como la medicina en que nunca se termina de estudiar. En verdad esa es una
máxima que se aplica a todas las profesiones si se quiere ser competente, por
eso dedique tiempo a su preparación y capacitación profesional. En nuestra área
siempre hay decenas de temas que requieren de especial atención, desde los
llamados “soft skills” como
liderazgo, gestión del tiempo, comunicaciones, capacidad de síntesis, análisis
o argumentación y otras habilidades interpersonales útiles para nuestro trabajo
hasta una formación sólida en gestión de proyectos. De la misma forma, es
esencial el estudio pormenorizado de las entidades de interés para la universidad
que conforman los sistemas internacionales de educación superior, ciencia y
tecnología como pueden ser por ejemplo organismos internacionales, otras instituciones
universitarias, centros de investigación, programas de cooperación o entidades
que constituyen potenciales fuentes de financiación. Al final no debemos perder
de vista que nuestro verdadero valor como profesionales o equipo se sintetiza
en nuestra experiencia, conocimiento y compromiso ya que esos son nuestros
principales activos.
5. Tenga y siga su
hoja de ruta: Si su universidad
ya definió su estrategia de internacionalización y la misma está coherentemente
alineada con la estrategia de desarrollo institucional asúmala como su biblia
profesional. Si por el contrario, aún no existe una definición y planificación
estratégica entonces diseñe usted su propia estrategia en la que deberá incluir
aquellas acciones clave que le permitan impulsar en el seno de la organización
la dimensión internacional. En este sentido, conviene ser lo más realistas
posibles y no plantearnos objetivos que a simple vista no resulten viables. Pondere
los beneficios y riesgos de cada acción e intente abordar las problemáticas más
susceptibles de mejora a través de su intervención como agente de la
cooperación internacional y hágalo definiendo indicadores objetivos de
verificación que le permitan monitorear y autoevaluar los resultados y
progresos que se van concretando.
6. Sea arquitecto
de relaciones valiosas para su institución: difícilmente encuentre un indicador más visible y
efectivo de la eficacia de su trabajo que la capacidad para construir
relaciones de valor para su comunidad universitaria. Una vez que ha identificado
los intereses y necesidades de su institución en las diferentes áreas centre su
atención en tender puentes y construir relaciones personales e institucionales
efectivas que faciliten a sus colegas su intervención a nivel internacional. Atención,
no se trata de sustituirles en su actividad personal de conexión e interacción
con académicos y científicos a nivel internacional, se trata de establecer y
consolidar plataformas para propiciar y facilitar el desarrollo de este tipo de
contactos y de las acciones de cooperación que de estos se generen. Tenga como
máxima intentar encontrar siempre la contraparte adecuada, aquella que mejor
satisfaga las necesidades de sus colegas en la universidad y busque en todos
los ámbitos, diversifique, tenga una visión plural. No gaste tiempo, recursos y
energía en un vínculo institucional que no sea relevante para su comunidad
universitaria. Recuerde que a veces decir “no” puede ser la mejor de las
opciones, porque una alianza sólo es sólida cuando es beneficiosa para todas
las partes (win-win). Un buen punto de partida puede ser la realización de un
inventario minucioso de los acuerdos y convenios existentes para determinar cuál
es el margen real de maniobra que estos ofrecen para emprender acciones de
cooperación internacional.
7. Establezca
canales eficaces de comunicación: no
sirve de mucho que haga un trabajo impecable estableciendo contactos, forjando
alianzas, analizando programas de financiación o identificando oportunidades de
cooperación internacional si esa información no es de dominio de toda la
comunidad universitaria. Tiene que crear diversos y eficaces canales de
comunicación para que la información fluya selectiva y dinámicamente hacia su público
objetivo. No se olvide que la información que gestiona interesa tanto a su
comunidad universitaria como a un amplio y heterogéneo sector de personas que
constituyen su público externo, por eso deben diseñarse canales específicos
para cada público que le interesa alcanzar. Saque provecho de las redes sociales, una buena
y dinámica página web, un blog, boletines informativos, foros de debate en LinkedIn
o una activa cuenta en Twitter pueden ser herramientas poderosas de trabajo, combinadas
con la realización de charlas, seminarios y conferencias en la institución y
una adecuada intervención en eventos de carácter internacional.
Estas son sólo algunas recomendaciones que considero
elementales para impulsar el trabajo de internacionalización y posicionarlo
adecuadamente en el contexto de la universidad. Obviamente, podrían formularse
muchas otras recomendaciones encaminadas por ejemplo a promover la autonomía
financiera, el empoderamiento institucional o la capacidad de liderazgo por
citar sólo tres padecimientos generalizados en las oficinas de relaciones
internacionales pero esos son espacios que se tendrán que conquistar con el
tiempo.
Está claro que lo ideal sería trabajar para una
organización que abrace una cultura organizacional en la que se valora, facilita
y respalda el trabajo de cada uno de sus profesionales, pero si esto no sucede de
forma natural tenemos que encontrar las formas de mudar gradualmente el status
quo. Desafortunadamente, la mayoría de las universidades continúan siendo
instituciones con estructuras y procesos rígidos y complejos, en las que resulta
difícil innovar, experimentar o cambiar estereotipos e ideas preconcebidas. Si en
su universidad se sigue pensando que el trabajo que realiza la oficina de
relaciones internacionales es poco importante para la vida institucional, si la
academia le sigue viendo como un profesional de segunda y no es capaz de
valorar en su justa medida el potencial de su contribución, es usted quien
tiene la responsabilidad de cambiar esa visión. Para eso, tendrá que obrar con paciencia pero con resolución. Seguramente,
encontrará muchos escollos en el camino pero no se deje vencer por las
circunstancias, será un camino largo y difícil pero poco a poco la
perseverancia y el trabajo bien hecho rendirán sus frutos.
Interesante artículo, Carlos. Tiene una buena revisión de factores a considerar para el éxito en la gestión de las oficinas de internacionalización en instituciones de educación superior.
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario, viniendo de un profesional de tu experiencia es una validación de mucho valor. Saludos,
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